martes, 19 de octubre de 2010

POETA MARTA QUIÑONEZ



 
Una carta para Medellín en sus cumpleaños # ?

A Medellín

Desde aquí, desde esta altura del sueño y la marginalidad te veo allá abajo, gloriosa Medellín, cercada por tus enormes edificios. Una nube gris-amarillenta te arropa generosa, ofrendándote su estela contaminada.
A está hora de la noche tu cielo truena como si antiguos gigantes del Olimpo lucharan a muerte para protegerte; el destello de sus espadas entra por las rendijas bajas de la puerta trasera de mi casa.
Ah! Hermosa Medellín, aún con el invierno indiferente, derrumbando el sueño de miles de desposeídos, tus plantas siguen floreciendo y los árboles que no arrasa la borrasca, siguen en pie, cambiando de color del alba al cenit y de éste al nadir. Medellín, hermosa e inmunda, ciudad de todos los abandonos, nos complaces a todos con una aparente vida que no pudimos soñar en otros lugares, nos seduces y nos avientas de tu vientre como desechos vivos; hombres y mujeres venidos de todos los rincones de la vida o nacidos bajo tus propios rincones de blancos e inhumanos hospitales. Despertamos, alegres a veces frente a la esperanza que nos muestras con muecas de burlas, imaginando que viviremos cien años y uno en paz. Otros amaneceres, nos despiertas sobresaltados por el ruido que producen las balas rasgando el aire, buscando cuerpos donde detenerse, no sientes pena del alba que apenas se anuncia.

Escabrosa y lujuriosa Medellín te escribo desde este bunker de la zozobra en la comuna que desconozco su numero, porque a todas las tienes fichadas, pero que percibo el fervor de los vecinos levantando el sueño de una casa al pie de la quebrada con el temor de que ella se la arrebatará, pero los sueños son promiscuos como la vida y aquí estamos todos reunidos, todos los malditos de la tierra, los pobres, los sin pan, los arrendados, los parias, aquí nos vemos todos los días los rostros y a veces somos tan parecidos que ni siquiera nos miramos, es suficiente con sabernos, con justificarnos unos a otro desde el silencio o imaginándonos unos mas pobres que otros.
Yo nueva en la comuna antigua ni siquiera soy una extraña, hago parte de tu atuendo cotidiano, salgo al rebusque como todos a vender mis sueños de poeta, a ofrecer todas las miserias que he acumulado en tu tierra por veinte años, empastada al rústico amada Medellín, tal vez sea ingrata contigo pero tengo que decirte, o hacerte pública desde mi escritura que tú no me las has dado, vine con ella al desierto de la tierra, fue el único pan que me echaron bajo el sobaco, he sido como Jesús, digna hija de un dios sin dignatarios en la tierra, soy también su iglesia, cristiana ciudad arrabalera; tengo que decirte estas cosas ahora que lo piden tus escribanos y dignatarios acomodados, que escriba algo de ti en tus cumpleaños, en los míos escribo poemas ateridos de soledad, te cuento que es mi compañera permanente, como tú estoy rodeada de gente y estoy sola. Pero no estoy hablando de mí, estoy hablando de ti, querida y estimada “big city.
Te escribo palabras para celebrarte, pero no temo decirte que cada noche el desasosiego entra conmigo a la casa -no el de Pessoa, ni el de la vida- el que nos da tu aparente paz, que es la paz de los vencidos y de los muertos. Tus fusiles en manos de adolescentes que nacieron muertos o como dijo tu ilustre alcalde cuando se daba dotes de escribirte desde la “otra” comuna “con la lapida colgando en el cuello”, ellos patrullan tus calles, son los caballeros jóvenes, los mensajeros de la parca. A ellos temo también, ya temo a todo, que horro vivir con temor, pero afortunada yo que todavía el temor cabalga solo en mi corazón y no en mi conciencia. En la jornada de un día agotamos la jornada de la vida, que la noche anterior la prometía con calor y pan, unos lo logramos, otros no pudieron, pero creen que mañana será posible, ellos siguen creyendo, yo con los años voy perdiendo, voy creyendo menos, pero eso no importa Medellín, no te regale ni un hijito, no alimenté tu vientre con mi vientre, alimento tu desazón con mi desazón, de alguna manera estamos a mano. Esta madrugada el estallido de “aparentes” seis balazos cruzaron el aire y estallaron cerca de mis oídos, he despertado sobresaltada, son las cinco y cuarenta y dos minutos, sé que ya muchos obrer@s que consumes en tus fábricas van en tus buses hacia el desaguadero del alma, pero yo me rindo Medellín, me rindo a ofrendarme a este orangután monstruoso que cultivas con almas generosas y menesterosas de tu pan. Quisiera cantarte mejor, como te cantan los poetas que invitas cada año y ellos generosos de tu generosidad, te escriben un poema y en una lengua que desconoces y que desconocemos tus hijos menesterosos nos leen el poema excelso que te han escrito (buscare algun ejemplo) todos tus hijos mas afortunados y que a su decir, ellos entienden el sagrado mensaje de la poesía, aplauden hasta que las manos parecen que van a sangrarles, tal vez ellos si te entienden querida Medellín, yo no.

El invierno te colma de misterio, a mí de frío hasta los tuétanos, amarga Medellín, amada Medellín. A cada una de tus calles le he cantado y la he maldecido. Tú, ciudad de primavera, me has arañado el vientre desde que tengo veinte años, me he embriagado en tus bares y cantinas, he conocido con la vista triste e iracunda tus niñas putas y mendigas y tus proxenetas malditos por siempre, deberías avergonzarte con toda tu tristeza ciudad de todos los afanes, cosmopolita Medellín. He detenido la vista en tus viejos edificios, mientras sus lozas de mármol traído de antiguos países, se desprenden de cansadas, para abrir y lacerar el cuerpo de tu hija, transeúnte desprevenida, desconocida, la indiferencia de los otros peatones y el miedo a que siguieran ellos, los ha obligado a abandonarla mientras se desangraba, de seguro murió en uno de tus hospitales de inmunda e hipócrita caridad.
Conozco el olor de tus calles, calles que en antaño fueron la gracia y deleite de tus hijos ricos, ahora son la vivienda de tus hijos miserables, mendigos de todas las calañas te tratan como tú los tratas a ellos, tus calles son el lugar predilecto para ellos inundarte con su podredumbre interior, el olor a excremento y a orines es insoportable para cualquier transeúnte de tus adoradas calles, el olor a “mierda”,(no hay sinónimos en el Rae) traspasa todo intento de comprenderte, estimada ciudad de todos los adioses. En ellas veo tu vientre, escucho el latido de tu corazón, no sé si estás triste o alegre con tus andenes teñidos de sangre, con tus esquinas hechas basureros a pesar de todo el esfuerzo de tus EEVVM, los chulos bajaron del campo, donde no falta uno que otro muerto que comer, pero tus barriadas los alimentan sin problemas; tus esquinas son el temor del caminante, la noche es algo vetado para los espíritus libres que aún posees, para los jolgorios de los noctívagos que aún persisten en tus calles.

Tengo miedo del miedo mi querida y cantada Medellín. De los muchos que he conocido por tus calles y anfiteatros del arte, andan como por un cielo prometido o ya son muertos y aún no saben, ellos se juntan en tus ferias a tomar vino pastoso, que compran por gran vino, nunca miran de frente, aúllan ante la alegría de los otros, pero si vos los vieras mostrando los dientes, te asombrarías de cuan duro te muerden, la desidia, la envidia, la rabia perruna duerme en sus labios, porque ni corazón han de tener, esto es fácil detectarlo en sus letras y cantares, prostituyen tus jóvenes genios féminas, en procura de la buena literatura; son como vos Medellín grises, tristes y ahumados como vos, con la claridad que en ellos también florece la primavera, pero todas su flores huelen a muerto, pero en realidad no es claridad, como pudiera decir esto, bueno dejémoslo así, espero que no me pongas mas problemas, ok., para comenzar a hablar con tu bilingüismo muerto de hambre y falto de acento de indiana jones.

Por último te alabo, porque todos mis sueños juveniles murieron en tus calles, pero ésta que soy te perdona todos los agravios recibidos y espero que tú me perdones los que yo te he ofrendado con tanto cariño como ofrendo todo lo que doy sea odio o sea amor, tú me has permitido conocer gente que quiero de verdad y me has permitido quererte, recibo el odio de tus hijos racistas, con el mismo cariño con el que les ofrendo el mío; he conocido almas nobles en tus barrios asesinos, almas que sueñan con la primavera estallando cada amanecer y no con la noticia del hijo muerto en el anden vecino. He acompañado parientes de conocidos hasta su última morada, las que tu llamas poéticamente “Campos de Paz” o “Jardines de la fe”, hasta en la muerte, eres poeta Medellín, llamas por su nombre al último lugar donde reposaran por cuatro años los huesos que cargaron un cuerpo quince o mas años; mira no más poetiza Medellín, como llamas al lugar donde van los parias de tus calles, los que vivieron en tu tierra de nadie como “niebla y noche”, los que no existieron para ti, los mandas a descansar por cuatro años “acostados” y eternamente revueltos entre ellos, como vivieron la vida, al “Cementerio Universal”, eres increíblemente perversa e inimaginariamente poeta Medellín.

Esta manera mía tan particular de celebrarte va a dolerle a los emisarios del arte y de la esperanza de vientre hinchado que resguadan tu ciudad de los comunistas de la vida o como bien los llamas “anarquistas sin anarquismo” o “rebeldes sin causa”, tal vez te de un nuevo motivo para que tus “bequitas quitahambres” no lleguen jamás a mis manos que dolorosamente esperanzadas de la palabra libre, se han estirado hasta ti, con la conciencia de que te reías de mí. Así, querida Medellín celebro tu suerte de vencida, el mal se ha posado en tu aire y es todo lo que respiramos; tal vez los custodios de tu suerte puedan salvarte, ellos, los pacifistas, los amansadores de tu destino, de tu “money”, de tu “gold luck”, los que en momentos históricos de su vida te colgaron literalmente “la lapida al pecho”, ellos, que pensaron que eras “un pelaito que no iba a durar nada”, los que en nombre tuyo llenan las manos de niñas hambrientas de rosas viejas y de polvos escapatorios, esos que dicen conocer tu vientre, tu alma y tus sueños desnudos en lo alto de tus montañas, esos que te hacen pública, que te venden como si fueras una puta egipcia, en certámenes internacionales y por supuesto nacionales, que crean paz con festivales, que hacen eterna tu fluorescencia con luces de neón entre cuentos y cuenteros; tal vez creas que esos son los que te aman Medellín; digamos que es así: Aquí, encaramada en las “Colinas de Enciso”, (no se si conoces este nombre), donde la vida comienza desde las cinco y cuarenta y dos minutos de la madrugada con cuatro balazos rasgando el aire, abatiendo la calma de los sueños, porque ni pájaros hay en este monte que canten el nacimiento del día, se que vas a seguir odiándome, pero no importa, tengo mi manera de cantarte y hasta en eso te soy sincera; ya me imagino los panegíricos idolátricos que recibirás ese día glorioso, las suculentas cenas que se comerán de cuenta del erario publico y en tu nombre, donde solo los elegidos tendrán silla, se reirán de ti y de mí, pero en el fondo que nos importa Medellín, que importa nada ya. Sabes castigar muy bien tus huéspedes rebeldes, sabes mantener tranquilas las conciencias de quienes te critican, sabes bajar un globo del cielo para que no encienda el techo de paja que te cubre.



Quería terminar esta carta diciéndote algo mas esperanzador una noche después pero seis balazos rasgan el aire a las diez y veintisiete de la noche de domingo, el último día que inventó el creador para que descansaras, tú no te cansas ni siquiera el día sábado, el día sagrado de los judíos. De todos modos te voy a dedicar un poema Medellín, un puñado de palabras recogidas en tus calles:


XVII

Estoy ebria
de ver la ciudad
con hambre

hambre
cabeza - tronco
manos - piernas
con necesidades fisiológicas
con olor a orines viejos

hambres que se fecundan
en la estéril existencia

salgo en la mañana a vivir
sólo encuentro hambre
vestida de obrero
de cansancios
de interrupciones

hambres de siglos
de pan
de negación

¡dios dónde nos cabe tanta hambre!


(Para que recuerdes a los desposeídos que te habitan en lo alto, a donde solo llega la vorágine de tus soldados salvares, ellos me han dictado este poema para que te lo dedique en tus cumpleaños, piensan que me escucharás, yo no creo, pero ahí te lo dejo…)

La lluvia y la quebrada hacen mas persistente la agonía de este domingo. Te deseo pues un cumpleaños, como lo celebran tus comunas, con pólvora y con balas o en su defecto voladores y que por lo menos ese día los señores del anfiteatro municipal sean invitados a tu cena de gloria, ellos son los que maquillan tu muerte cotidiana; se agradecida Medellín, invítalos a tu fiesta, dales la noche libre, yo te celebraré con una cerveza y tal vez te escriba otro poema...

Happy, happy birthday Medellín
con afecto sincero

Marta Quiñónez

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